A midnight tale.

Cerró de un portazo y bajó las escaleras casi corriendo mientras su padre la llamaba. "¿Donde vas? Eh, señorita, ¿a donde vas?" escuchaba a sus espaldas. Le veía capaz de ir tras ella así que nada mas traspasar el umbral del patio, echó a correr.

"¿Te llevo a algún sitio?" escuchó de un coche por el que había pasado por al lado. Tardó un buen rato en asumir que eso no iba para ella, aunque le hubiera gustado.

Corrió muy rápido pero no mucho. Enseguida buscó las zonas más oscuras de la calle por donde se encontraba, subió una cuesta y se sentó en el bordillo de una antigua casa.
Allí, en silencio, pudo llorar ruidosamente. Le pareció irónico, puesto que en su casa es ella la que llora en silencio mientras el resto grita. 

Se sintió como con 15 años, incluso menos. Pensó en la cantidad de veces que se había sentido así, que había llorado así durante los últimos años, que iban ya a ser aproximadamente 7. Llevaba siete años llorando y sintiéndose igual.

- Una hostia a tiempo, eso debería haber echo para que no me faltes al respeto.

Vio que había salido con los cordones de las zapatillas sin atar y que, con lo torpe que era, había sido toda una hazaña correr tan rápido sin tropezarse o pisárselos ni una sola vez. Pensó que de vez en cuando quizás la suerte te ayuda un poco. 

Abrió la libreta, le quitó la tapa al boli y empezó a escribir. Escribia como le iba viniendo, sin seguir un orden concreto de ideas y sin intentar complacerse ni siqueira a si misma, sino al momento, a lo que le pedía la mano. Escribió qué hacia, donde estaba y cómo se sentia. 
Ya había dejado de llorar pero, como la lluvia, parecía que podría empezar otra vez de un momento a otro.

Llevaba un tiempo escribiendo y empezó otra vez. Se acordó de una imagen con la que se sentía identificada y, ahora si, las lágrimas se notaban encima del papel.

- Tendríamos que haberle pegado una paliza. Así seguro que aprendría. Una paliza es lo que le habría hecho falta.

Empezaba a tener frío y las lágrimas de su llanto suave en las comisuras de los ojos empezaban a enfriarse y a darle escalofríos. Cuando paró decidió atarse los zapatos e ir a dar una vuelta. Iría por el casco antiguo.

Eran las once un poco pasadas y caminaba por las calles peatonales con la cabeza alta para mirar todas las plantas bajas. Le gustaba imaginar cómo eran por dentro, quien vivía allí, dónde se situaba cada habitación y la cocina, si había escaleras y dónde llevaban y sobre todo, si habría escondites secretos. 

No habia nadie aunque se cruzó con unas 10 personas que, sin duda, le estropearon un poco el paseo. Caminaba sin pensar en otra cosa que en las casas y cuando veía una pequeñita pensaba "yo con eso me conformaba". 

Iba y venia por donde le daba la gana, incluso se atrevia a meterse en los portales oscuros para ver con más detalle cómo eran. Si, se podría decir que fantaseaba con vivir por allí. 

Llevaba ya olvidados durante una hora los pensamientos de "nadie me va a entender" y "me gustaría irme de aquí". Estaba justo al final de su calle y decidió volver. Al entrar en la plaza del Ayuntamiento, dieron las 12 en punto. "Justo como yo lo había planeado" pensó; dos horas justas había estado tomando el aire, pensando en casa y paseando y eso le parecía suficiente. Era hora de volver. 

Cuando llegó alguien habia puesto en marcha una orden de búsqueda y captura, se había iniciado una cadena del teléfono roto que incluso llegó a afirmar que no se sabía nada de mi en toda la tarde. Un puñado considerable de personas se preocuparon por mi, por donde estaba y por qué me habia ido. Le pareció gracioso. 

Hacía justo una hora había pensado en no acudir a nadie, no contárselo a nadie porque, ¿qué más daba? Cada uno tiene sus propios problemas y ella no era nadie para dar más todavía. En caso de que fueran felices, ¿por qué iba ella a interrumpir dicho clima de felicidad? No hacia falta, era sólo un bache que podía resolver solita. 

Pero allí estaban, todos y todas preguntando por ella. Se alegró de que se preocuparan aunque la información fuera mayoritariamente incorrecta. Los tranquilizço dándoles la explicación completa, les dio las gracias y las buenas noches y todos se fueron a dormir.
No quería preocupar a nadie, no quería molestarles y ahora todo el mundo lo sabía. Aun así agradeció tenerles a su lado.

Por otra parte, sabía que la o el que había comenzado todo eso era un hipócrita, una persona que se preocupaba por ella en casos que le parecían extremos, como irse de casa de noche. A ella eso no le parecía raro, sólo necesitaba despejarse, airearse un rato los pensamientos, caminar y olvidarse del mundo. Al final se convirtió en un drama. 

Tantas veces que ella necesitaba ayuda de verdad, tantas veces que había deseado que le preguntaran cómo estaba cuando ella tenia la sensación de que lo necesitaba y ahora, por un paseo nocturno perdía la cabeza. 

Se acostó sin más. Pensó que el dia anterior no había comido, pues desayunó tarde. Y que no había cenado, pues merendó un sandwich y tampoco tenía hambre. Y que haberse desahogado le iba a permitir dormir muy bien. 

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