ESTOY HASTA EL COÑO

Esta es una frase que resumiría muy bien el día que estoy llevando.

Esta semana santa me he ido levantando sobre las 11 o las 12 para estudiar un rato por la mañana y luego ya darle duro por la tarde. Pero ayer llegó mi familia y como excepción decidí levantarme a la una.

Levantarse a la una siendo una estudiante repetidora de 2º de Bachiller, sin trabajo y sin una virtud concreta que explotar es, cuanto menos, peligroso. Debería de trabajar y estudiar a la vez, y trabajar para ganar lo suficiente para dejar a mis padres en paz con el carnet de coche, la academia de inglés, los gastos personales, etc. y estudiar lo suficiente para sacar notas altas para que se sientan orgullosos de mi.

 Estar constantemente siendo comparada con tu primo de un año menos que tu y que ya va a la universidad o con tus padres, que se independizaron sobre los 20 años tampoco ayuda. A veces me siento inútil. ¿Que pinto yo en esa casa? Lo único que hago es comer, dormir, ir al instituto, hacer que mis padres se gasten pasta en el carnet y cada mes me dan 40€ para que me administre. Lo único que me siento es una máquina que gasta y gasta y no aporta nada.

Cada vez que hay bronca siempre es igual: Laura no se ha sacado el carnet, ni bachiller, y ya veremos si irá a la universidad porque es una vaga que no hace nada, y aún querrás que te sigamos pagando el carnet del coche, y la academia, y luego la paga, y la ropa, y la comida, y las facturas, y las discusiones entre tu padre y yo, etc etc etc.

Me fascina que a lo largo de mi adolescencia haya sido capaz de ignorar a la gente que me menospreciaba o que me miraba por encima del hombro o que simplemente, por sentirse ellos bien, me hacían sentir mal. He sido capaz de mirarles a los ojos sin ningún rencor, con más pena que otra cosa y saber ignorarles.

Pero hay una sensación de la que soy capaz de librarme algunas veces sí y otras no. Es la sensación de decepción que soy para mis padres.



















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