Que pasó cuando todo era perfecto.

Bien, ¡bien! Por fin un artículo que me da ganas de escribir sobre mis vivencias ya que me recuerdan a no sólo una, sino dos relaciones. Dejo aquí el artículo en cuestión para que quien quiera le eche un vistazo y sepa más a fondo de lo que hablo.

Hoy quiero hablar, queridxs, de lo aburrido de las relaciones. Introduzco el tema expresando mi inconformismo con esto. Soy (o creo ser) una fiel luchadora contra la rutina y la falta de chispa en una relación de pareja. Me ABURRO soberanamente solamente de pensar ante una perspectiva de días iguales unos detrás de otros, con los mismos amigos, las mismas caras conocidas, los mismos planes en los mismos lugares. Diría, vulgarmente, que necesito que me saquen a pasear. 

El caso es que de esto me di cuenta con 17 años. Tengo 20 y a veces pienso que los años no pasan, que hay días en los que me levanto deseando comerme las sobras de la tarta de cumpleaños del día anterior y que cuando saque el pedazo de la nevera aún estarán las velas con los números "17". En mi día a día nunca envejezco.

El caso. Yo tenía un novio (típica frase de abuela) que, vamos a ser sinceros, era muy simpático, muy inteligente, amable, buena persona y lo suficientemente cariñoso para mi. Pero era aburridísimo. Era bastante seco, no hablaba casi, paradito, un poco cortante a veces y no muy animado que digamos. 

Defino nuestra relación en base a una situación de la que supongo que los dos nos acordamos. Íbamos por la calle y vi un gatito muy mono debajo de un coche. Muy emocionada me tiré al suelo y miré debajo del coche para ver si el gatito salía. Eso a él le pareció escandaloso pues era pleno día, en plena calle y con personas mirando. No paraba de decirme "Laura, ¿Què fas? ¡Alça, alça't de terra! ". Y se lo contó a sus amigos como si fuera algo rarísimo y vergonzoso. O así lo recuerdo yo. 

El caso es que la relación no duró lo que se dice muchísimo, pero sus 4 meses tuvo. Suficientes como para acabar deseando, como dice el chico del artículo, discutir por algo.
Era todo demasiado bonito, perfecto y tranquilo. Yo empecé a preguntarme a dónde llevaba eso, por qué éramos tan felices y tranquilos. 

Yo siempre había tenido épocas tumultuosas en mis anteriores relaciones y esta iba tan bien que al principio no me lo creía y lo disfrutaba pero al final, entre la rutina y lo aburrido que era me cansaba de no tener ni una pizca de emoción.

Dice el artículo "He intentado magnificar los defectos de mi novia. Y encontrarle los que no tiene. He fantaseado con liarla. [...] Empezar discusiones sobre cosas absurdas ".

A mi me pasaba igual. A veces intentaba que me fastidiara más de lo normal que fuera tan tranquilo y que no diera ningún problema, que se lo tomara todo con tanta neutralidad. 
Y sí, fantaseaba con discutir con élCreo que, de hecho, un día se lo dije. Fue algo así como "cariño creo que me voy a enfadar por esto sólo por enfadarme por algo porque eres tan bueno y perfecto que no me puedo enfadar por nada.". A lo que él asintió, sonrió y me abrazó. Y yo me sentí muy violenta en ese momento. 

Pero claro, es imposible enfadarse con alguien de manera espontánea y al final me pasaba como al del artículo: "Pero siempre reacciono a tiempo y, en vez de todo eso, simplemente la acabo abrazando." Acababa sintiéndome mal conmigo misma porque sabía que había muchas parejas que tenían problemas día si día también y yo me quejaba precisamente porque no tenía ninguno. Cada vez que pensaba esto me sentía egoísta e insensible. 

Pensaba "De que et queixes? Va tot bé i tu vols que pase algo xungo per a discutir sols pel fet de que no tens suficient emoció. De veritat vols que per alguna tontería les coses es fiquen rares i ho acabeu deixant?". Claro que no. Yo le quería más como para dejar que una discusión tonta desembocara en una ruptura. Como escribe el autor "¿Qué tipo de persona querría hacerle daño a propósito a quien más quiere?".

Y al igual que el protagonista de la historia yo no echaba de menos el dolor. No, eso jamásBasándome un poco en el final del artículo, la ruptura se me hizo difícil porque empecé a idealizarlo y a olvidarme de todas las cosas que no me gustaban ya no de él, sino de la relación en general. Era objetiva cuando estábamos juntos y cuando lo dejamos añadí sólo me centré en lo bueno que había tenido. 

Como él dice acerca de su relación yo también me sentía "en una zona intermedia totalmente segura, pero tremendamente aburrida". No sabía como explicarlo al principio pero aunque le quería y me ponía nerviosa sabía que no había llegado al límite de lo que podía sentir, que no estaba dando el 100% de lo que sentía. ¿Por qué? No lo sabía. Quizás su actitud me tiraba para atrás. Ese papel pasivo y conformista que nunca cambiaba fuera cual fuera la situación, esa actitud tranquila frente a todo. 

Pero como hace 5 años comprendí, cuando se acaba una relación la culpa no es sólo de uno, es de los dos. Y esto también sirve para reflexionar y exorcizar mis errores. Tiempo tuve para darme cuenta de ellos e injusto sería no ponerlos junto a los suyos.
Por primera vez en mi vida (aunque sé que esto no me excusa) pensé tener la sartén por el mango. Me refiero a que a pesar de quererle no se por qué pensaba que al dejarlo él iba a sufrir más, me veía a mi misma más libre e independiente de lo nuestro que él.

Esto, claro está, luego se volvió en mi contra y, aunque no deba pensarlo, a veces sí creo que me lo tengo un poco merecido. Me dejó el, por mensaje privado. Primer me dijo que necesitaba un tiempo e incluso en ese momento yo seguí pensando que las cosas se iban a solucionar, que quedaríamos y volveríamos a estar bien. Quedamos, sí, pero ahí si que se terminó para siempre. Ni siquiera hubo un último beso de despedida (cosa que se me quedó clavada como una espina durante una temporada bastante larga). 

Así que la que lo pasé mal fui yo. Por lo que tengo entendido él lo superó con bastante facilidad y luego, al cabo de poco tiempo, se echó una novia con el mismo nombre que yo. Cada vez que cuento la historia intento no omitir la frase de "básicamente me salió el tiro por la culata". En fin, errar es humano pero tuve que llevar la ruptura con la rabia hacia mi misma por haberme pensado que era la menos vulnerable y por, claro está, la pérdida de el ser querido. El mono del amor + la sensación de culpabilidad. 

Pero en algunas cosas sí que coincido con el autor. Lo que él dice que no ha vivido yo lo busco siempre que sea posible: "Sentir el poder de los sentimientos en toda su virulencia. [...] Que, de pronto, todo sean oportunidades. Que los golpes me conviertan en una persona más valiente que antes"

Las relaciones tranquilas no me van. Lo más probable es que sea yo el problema y que tenga que ver con las experiencias que he tenido (normalmente negativas) con todas las anteriores parejas. Que si celos, que si padres que no quieren que estemos juntos, que si una mala época por parte de alguno de los dos miembros de la pareja... Siempre ha habido un elemento de discordia. Y eso, sinceramente, tampoco me alegra. 

A pesar de los buenos momentos a veces llegaba a casa y pensaba "¿Algún día tendré una relación en que no haya nada en contra y la emoción resida en las cosas buenas?". Siento decirme a mi misma que sí, porque sería muy fácil contestarme "NO, no vale la pena intentar nada más con nadie, vive soltera y se feliz". 


Pero volvamos la parte positiva de lo del poder de los sentimientos y los golpes que te hacen más fuertes. Esos momentos en los que después ver al chico en cuestión llegaba a casa con una sonrisa indisimulable y me tiraba con potencia a ahogar mis gritos de alegría en el cojín más grande de mi cama hasta quedarme sin respiración, dejarme caer al suelo y dar rienda suelta a todo lo que sentía en ese momento y reírme sin motivo alguno, sólo porque estaba allí y podía permitirme el lujo de reírme sin motivo alguno. Eso no me lo va a quitar nadie nunca. 

Esa emocionante y al mismo tiempo desconcertante sensación de que todo es nuevo, de que hay un futuro ante ti abierto y desconocido y de que, efectivamente, las posibilidades son casi infinitas. El entusiasmo con el que miras al pasado con ganas de averiguar qué salió mal para no repetirlo y encarar al incierto presente para ser más valiente. 

Hay una cosa que no entiendo. Cuando tenía 15 o 16 años me parecía que el tiempo no se me iba a acabar nunca pero me atrevía a hacer un montón de cosas. Ahora, 5 años después, se pasan los meses como si fueran semanas y tendría lógica pensar que deberíamos ser más valientes y decididos porque la vida es una y enseguida se acaba. Sin embargo sólo veo mejillas rojas, mensajes que se pueden leer en la frente y miradas llenas de ganas pero al final nadie se acaba saltando las clases o dejándose las tareas para el domingo para ir a perderse un rato. Cuando uno se va a perderse lo último que pierde es el tiempo. 


¿Y qué me espera? ¿Qué es lo que quiero? Bueno, a lo primero, no suelo pensar mucho en eso porque precisamente una de las cosas más bonitas de una relación (sea del tipo que sea, sin etiquetas) es no saber lo que va a pasar. La incertidumbre, disfrutar de los nervios del no saber. En cuando a lo segundo, pido poco. Pasarlo bien y no mal, reírme mucho y ser sincera con lo que siento. 

Termina el autor diciendo: "Aquellos que tienen relaciones turbulentas no tienen una vida más excitante sino ilusiones equivocadas."

Las relaciones turbulentas sí son excitantes pero para mal. Por experiencia propia, aunque sea corta, lo excitante dura más y es mejor si proviene de fuentes positivas. Esto, aunque parezca muy obvio, es difícil llevarlo a cabo. 

No quiero ese tipo de relaciones, con cosas por en medio que las hagan difíciles. Quiero relaciones sanas con cosas buenas. Y si hay problemas se afrontan de la mejor manera posible, pero siempre con el fin de solucionarlos y sacar algo positivo de ellos y no apartarlos e ignorarlos hasta que no se pueda más y te coman viva. 

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