Primer dia de uni... por segunda vez.

La emoción del año pasado sólo se ha manifestado en un momento y esperaba que mi ser no me defraudara sintiéndose indiferente ante ese acontecimiento: acabar de subir las escaleras mecánicas de la parada y tickar para salir de la estación. En cuanto salgo a la calle el corazón me va a mil, me pongo nerviosa (ahora menos) en los dias que se que puede ocurrir algo importante y en algunos otros en los que me dejo llevar por el tun-tun desenfrenado de mi corazón, que como muchas veces, se pone así sin motivo alguno.

Quitando eso, el dia ha trascurrido tranquilo y más positivista de lo normal, porque estoy buscando una larga lista de motivos buenos por los que ir a clase por la tarde que sirvan para contrarrestar la triste realidad, que es que no voy de mañanas con mis (ya puedo atreverme a decirlo) amigos. Me levantaría pronto todos los días sólo para ir a clase con ellos. Pero no, así que mi lista de momento consiste en:

1. Voy a poder hacer ejercicio. Si, podré ir a las clases de zumba-baile-circuito de ejercicios mortal como unas tres veces por semana. 

2. Voy a poder dormir más. Este tendría que ser la primera ventaja de ir de tardes. No quiero levantarme a las 11 o así, pero que no me voy a levantar a las 7, pues también. Hoy he comprobado que el tiempo por las mañanas pasa muy lento y la cantidad de cosas que he hecho de 9:00 a 9:30 me han dejado pasmada.

3. No hay nadie en casa por las mañanas salvo contadas excepciones en las que se incluye 

a) Enfermedades
b) Poco trabajo, que se puede hacer desde casa.

Así que la lista de cosas que una puede hacer a solas es interminable pero podemos resumirlo en 

a) Cantar a grito pelao y hacer el mongui mientras arreglo la habitación
b) Ver series/ver porno 
c) Estudiar (si eso jejejejeje) 

Y la lista de cosas que una puede hacer con compañía también es larga pero la resumo:

a) Hacer tartas
b) Sex
c) Que se haga la tarta mientras hacemos sex. 

Esto va a variar en función del tiempo libre que yo tenga por las mañanas, ya que este trimestre noseporqué preveo una gran cantidad de este y en el segundo cuatri una gran falta. Y según las estaciones las actividades variarán. Para invierno tengo planeadas algunas mañanas de sofá-peli-manta o sofá-peli-polvo (depende de la compañía) y para primavera pues duchas fresquitas en la terraza. Al final todo saldrá al revés y me cagaré en la hostia consagrá pero no pasa nada :)


Pero en fin, no quería hablar de mis planes. Quería hablar del primer dia de uni. A punto de salir de casa entra mi madre y me dice que se va a Valencia, que me puede llevar. Hasta ahí guay. Yo se supone que tenía que haber hecho algo sobre llamar a un teléfono para que desbloquearan una tele pero entre unas cosas y otras he dicho "pues pa mañana". 

Me he subido al coche y ni una calle ha durado el silencio. "Laura, yo me replantearía tu actitud" ha dicho ella, con una voz anormalmente bajita y muy tranquila para lo que parecía ser un sermón. "Estás decepcionando a mucha gente, pero sobretodo, creo que te estás decepcionando a ti misma". Basta ya. En el primer (y único) semáforo en rojo que hemos pillado me he quitado el cinturón y me he bajado del coche con un "adiós" no muy seco, para que no pensara que me iba enfadada. Y no lo estaba. 

Estaba indignada y sobretodo, harta. Harta de que me demuestren que son ellos los que están decepcionados conmigo (mucha gente, oooh) y de que pretendan conocerme y saber cuándo estoy yo decepcionada conmigo misma. ¿Decepcionada yo? Yo en ese momento me amaba, me quería mucho, estaba contenta con mi actitud, mis valores, mi comportamiento y mi vida en general. Claro que tengo cosas que mejorar, soy consciente, pero de un año para otro hago lo posible por esforzarme y cambiarlas a mejor, pero a mi manera, porque a la suya nunca ha funcionado. Lo mejor/peor es que todo ha sido por no llamar al soporte técnico de una puta tele. 

Olvidando el incidente de ser una malahija (algún dia escribiré un libro como el de malasmadres pero desde el punto de vista de la prole) me he centrado, como no, en las cosas buenas que tenía por delante el día: ver de nuevo a mis amigos (cómo me gusta decirlo), ver a mi pareja, conocer las nuevas asignaturas y a la nueva gente. Todo nuevo, estrenando curso. 

Todo bien, socializando a tope, empatizando hasta las trancas hasta que me ha dado por comportarme como una gilipollas. En cierto momento, volviendo de la comida, me ha entrado el espíritu de niña pequeña renegona y de mala forma le he comentado a mi pareja un tema el cual yo ni queria tratar allí, ni de esa manera, ni queria expresarme como me he expresado. 

Luego, volviendo hacia casa y pensándolo mejor, aunque yo no había cambiado de parecer y seguia queriendo decirle lo mismo, me he dado cuenta de que las maneras no han sido, ni de lejos, las mejores. Entonces, ya en mi querido cuarto, he tenido el momento "me quiero dar de hostias contra cada pared" repitiendo "porqué-porqué-porqué-porqué". En serio, ¿por qué lo he hecho? Se expresarme mejor de lo que me ha salido en ese momento. Normalmente tengo tacto al tratar temas que nunca se han tratado dentro de una relación, pero se ve que en ese momento me apetecía comportarme más como una medio choni que no sabe decir civilizadamente lo que quiere y cómo lo quiere. 

Él, bastante atónito ante semejante palatela, se ha quedado si saber qué hacer ni qué decir mas que "ale tira pa'clase" mientras se daba la vuelta. Pero antes ha hecho una cosa: me ha dado un superabrazo que me ha dejado descolocada, desarmada. Me ha devuelto a la realidad. Para mi ha significado "ya está, tranquila, esto era lo que necesitabas". Y mientras  me abrazaba me ha dicho algo así como "esque no me dejas expresarme" como queriendo decir "deja de hacer el paripé, que te entiendo". Cuando me ha soltado la sonrisa que yo llevaba en la cara era más grande que el mundo entero y le he dicho "necesitaba eso, de verdad". A partir de ese momento he empezado a ser consciente de cómo me había comportado. Desde que le conocí un poco mejor siempre he pensado que es un diamante en bruto, que ni él ni nadie se da cuenta y de que soy muy, muy afortunada sólo con el simple hecho de haberle conocido. 

Para ser sincera nos he notado un poco lejanos durante la comida y luego no paraba de insistir en que me acompañara a la universidad, sin nisiquiera preguntarle si era eso lo que quería hacer o irse con los colegas. Pero eso es sólo nos pone en situación. El ataque de encaprichamiento no se a que ha sido debido. Me doy verguenza, sobre todo por el empeño que le pongo en que esto sea distinto a todo lo que he tenido anteriormente, que la razón, en temas de razón, reine ella y no la visceralidad con la que antes trataba todos los temas. Porque de los errores se aprende. 

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